Somos lo que comemos.... ¿o lo que sentimos?





Publicamos una nota de nuestra amiga, la Psicóloga Julia Vidal Fernández, quién dirige el Centro de Psicología «Área Humana», y es Coordinadora de la comisión «Emociones y Salud» SEAS (Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés). Nos envía esta nota, sobre la nutrición y las emociones.


Cada día se dice más que somos lo que comemos, pero quizá sería más apropiado o más completo decir que somos lo que sentimos, pues en función de lo que sentimos, comemos.

Nuestro organismo en su parte más adaptativa busca sentirse bien, y para ello, demanda e ingiere hidratos de carbono y azúcares que eleven la serotonina, la hormona de la felicidad, ésa, cada vez más buscada en esta sociedad donde tanto prima el placer.

(Es importante aquí determinar en dónde estamos buscando el placer. Es vital que, como terapeutas, generemos consciencia sobre el concepto del placer como valor cultural;es decir, que depende de la cultura en la que nos movemos; recordemos que a principios de del siglo XX, era saludable y bien visto ser pasadito de peso, concepto que ha ido cambiando hacia las raquíticas y enfermas modelos, que hoy luchan contra trastornos alimenticios. ¿En donde estás buscando placer?. Nota del editor)   

En este mundo donde tenemos disponibles tantos alimentos fuente inmediata de placer, ya es difícil resistirse, pero además comer es una herramienta que usamos erróneamente para reducir frustraciones, tristeza, ansiedad o generar una sensación artificial de bienestar.


¿Y por qué nos sucede esto? Para contestar esto debemos plantearnos otra pregunta: ¿sabemos lo que sentimos?  


En la era de las emociones ignoramos tanto lo que son, como lo que nos quieren decir. Confundimos ansiedad con hambre, la más leve inquietud con miedo, el miedo de nuevo con hambre, y en fin, cualquier mala sensación puede acabar resolviéndose con la comida.

Deberíamos volver al principio, y al igual que aprendimos a sumar, a leer o a entender la historia o la naturaleza de nuestro mundo, tenemos que comprender nuestros sentimientos, desarrollar una buena inteligencia emocional, para encontrar la forma adecuada de afrontar nuestras emociones.


Es nuestra asignatura pendiente: aprender a tolerar nuestras frustraciones, revisar, por ejemplo, si sentirnos culpables por comer un trozo de pan, es una emoción que nos pertenece, o es propiedad de una sociedad con exigentes reglas equivocadas. Si estamos tristes, entender por qué, y saber si tenemos que actuar o simplemente aceptarlo. Si sufrimos por el cuerpo perfecto que no tenemos, desarrollar una actitud crítica hacia esta sociedad y cambiar nuestros valores, en vez de intentar esculpir una nueva forma en nuestras piernas a base de lechuga, para que al final nos lleve de nuevo a comer, y esto a la tristeza y la culpa.


Entender nuestro mundo emocional nos acerca a un equilibrio personal que nos estimula a cuidarnos, a comer mejor y a disfrutar de ese placer. Con ello generamos hábitos saludables que nos llenan de satisfacción por dentro y por fuera, y que definitivamente beneficia a nuestro cuerpo y a nuestra mente.

 Si, ya se que estaréis pensando «¿y ahora otra cosa más que aprender: entender y gestionar mis emociones?» pues sí y prioritariamente, porque como comencé diciendo:
somos… lo que sentimos.

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