¿La Industria Médica es amiga de la Humanidad?
El Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM, por
sus siglas en inglés) contiene la clasificación de las enfermedades mentales
según la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, y se usa en todo el mundo
para decidir quién padece una enfermedad mental y quién no.
El doctor Allen Frances, catedrático emérito de la Univesidad de Durham,
dirigió la penúltima edición de la conocida como “Biblia de la psiquiatría”, el
DSM IV. Entonces, trató de elevar los criterios bajo los cuales se puede
calificar a alguien como enfermo mental. Pero no lo consiguió.
El DSM IV se empezó a utilizar, a juicio de Frances, de forma incorrecta
para hacer explotar la burbuja de la
inflación diagnóstica y la medicación. Hoy, sobre todo en EEUU, las cifras
son preocupantes:
El 20% de las personas (1 de cada 5) toman un medicamento psiquiátrico a diario y una cuarta parte de la población tiene un diagnóstico de enfermedad mental.
Aunque a Frances no le hacía ninguna gracia el nuevo DSM, no tenía
intención de criticarlo públicamente (la polémica sería enorme entre los
psiquiatras, tratándose del director de la anterior edición), pero tras una
fiesta de la asociación cambió de opinión. “Me horrorizaba el ingenuo
entusiasmo de las personas que trabajaban en el DSM 5. Donde ellos veían
magnificas oportunidades yo veía graves riesgos”, reconoce Frances en su nuevo
libro, ¿Somos todos enfermos mentales? (Ariel), que acaba de publicarse en
España. El nuevo DSM iba a ser un desastre, y su antiguo director se decidió a
tomar partido.
Ayer Frances, en visita a Madrid, fue muy claro: si el DSM 5 tiene éxito
(algo que aún está por ver) el 81% de la población de entre 11 a 21 podría ser diagnosticada con una
enfermedad mental. La inflación diagnóstica puede llegar al absurdo. Y el
psiquiatra cuenta con numerosos ejemplos.
“Con el nuevo DSM –explica Frances–, tan sólo dos semanas después de que alguien pierda a un ser querido, un médico puede diagnosticar depresión clínica. Si alguien tiene síntomas propios del duelo no va a acudir a un psiquiatra, va a ir al médico de cabecera, que en Estados Unidos pasa de media 7 minutos con cada paciente, cifras que no serán muy distintas a las de España. Quizás ni siquiera conozca al paciente bien”.
No importa, asegura el psiquiatra, en un momento podrá (con el manual en
la mano) decir que tiene depresión y recetarle antidepresivos. Y la situación
se repite con numerosos trastornos que, desde la publicación del nuevo DSM (en
mayo de 2013), son mucho más sencillos de diagnosticar.
Y no hay que ser un genio para darse cuenta de que el verdadero beneficiado de esta nueva situación es la industria
farmacéutica. “Las farmacéuticas están alertando ya a los médicos que la
depresión debe ser diagnosticada en personas que están pasando un duelo”,
asegura Frances. “Es parte de su campaña de promoción”.
Una deriva muy peligrosa
En su opinión, aunque el nuevo DSM 5 genere enormes beneficios para las
farmacéuticas, estas no están detrás de sus errores. Es más bien el ego y la
falta de perspectiva de los psiquiatras lo que ha provocado todo esto.
“Conozco muy bien a la gente que ha trabajado en el DSM 5 y no creo que
tengan un interés sea ayudar a las farmacéuticas”, asegura Frances. “Es gente
de buen corazón que ha tomado decisiones muy estúpidas, pero no por la presión
de las farmacéuticas, sino porque han sobrestimado la importancia de su campo
de estudio, sin darse cuenta del daño que puede hacerse cuando las cosas que
pueden funcionar para ellos en la universidad se lleven a la práctica clínica”.
Si las farmacéuticas hubieran pagado a los profesionales por redactar el
DSM estaríamos ante un escándalo mayúsculo. Pero lo que han logrado es casi
peor, ya que está más arraigado: han conseguido que todos (médicos y pacientes)
creamos que las drogas son la única solución a nuestros problemas“. Esta
colosal industria está lavando el cerebro a todo el mundo para que tomen
pastillas, aunque no las necesiten”, explica Frances.
El psiquiatra insiste en que las farmacéuticas no han tenido ninguna
influencia directa en el DSM –“no es así como van las cosas”–, pero una vez
publicado van a exprimir sus posibilidades hasta la última gota: “Miran hasta
los márgenes, buscando cómo pueden usar los diagnósticos en su provecho. Las
farmacéuticas tienen millones de dólares, y la más brillante mercadotecnia, a
la espera de encontrar cualquier nuevo trastorno para convertirlo en moda. Así
ocurrió con el TDAH, con la depresión, con el desorden bipolar… Tomaron la
definición, que funciona bien si se usa con cautela, y la hicieron confusa en
la práctica general”.
Un problema que afecta a toda la medicina
Para Frances, la inflación diagnóstica no es exclusiva de la
psiquiatría, es común a toda la práctica médica y es algo que debería
preocuparnos. Mucho.
“Si tienes 60 años y eres mujer, es casi imposible no
tener osteoporosis, porque la definición de unos huesos ‘normales’ está basada
en los huesos de las mujeres de 20 años”, asegura el psiquiatra. “Se ha
patologizado todo”.
Pero si esto ocurre con todos los campos de la medicina, cuando hablamos
de enfermedad mental la cosa se complica. “En psiquiatría no hay análisis de
sangre para saber si una persona es normal o no”, explica Frances. “Si la línea
que separa a las personas a las que se les puede diagnosticar un trastorno y
las que no se desplaza aunque sea un poco, y puedes presionar para que eso
ocurra, la diferencia es de millones de pacientes”.
El ejemplo más claro de esta vergonzosa inflación diagnóstica es el trastorno por déficit de atención con
hiperactividad (TDAH). “La forma más fácil de predecir que un niño va a
padecer TDAH es su cumpleaños”, explica Frances. “Si eres el niño más pequeño
de tu clase, tienes el doble de posibilidades de padecerlo que si eres el más
mayor. Estamos transformando la
inmadurez en enfermedad, y en vez de tratarla en clase, estamos gastando
millones de dólares en medicamentos”.
Hay espacio para el optimismo
Para Frances la solución a este problema es bien sencilla (¿?): hay que
limitar el poder de las farmacéuticas y promover una vuelta a la práctica
clínica racional, humanizada. “Cualquier problema múltiple se resuelve de forma
más efectiva a través de la psicoterapia que a través de la medicación”,
asegura el psiquiatra. “Sí, es más
barato dar drogas a un paciente en los primeros meses, pero si tiene que estar
medicado toda la vida es muy caro. Si pensamos en la vida de los pacientes es
mejor gastar dinero en diagnósticos más precisos y cuidadosos y en
psicoterapia, y menos dinero en aumentar los diagnósticos y la medicación”.
El psiquiatra pide sentido común en la práctica médica, y mano dura con
las farmacéuticas. “A veces, cuando la
situación se vuelve indignante, acaba ganando el sentido común”, asegura
Frances, que cree que se puede luchar contra ciertos comportamientos de la
industria farmacéutica al igual que se acabó con el tabaquismo: presionando a
los Gobiernos para que establezcan unas regulaciones más duras.
“Las farmacéuticas venden una
píldora para tratar la hepatitis C por miles de dólares a Europa y luego venden
la misma píldora a Egipto por 10 dólares”, afirma Frances visiblemente
enfadado. “La gente tiene que empezar a darse cuenta de que esta gente no son
nuestros amigos. No es gente que se preocupa por nosotros: se preocupan por sus
beneficios, y debemos ser escépticos y controlarlos. Los doctores están
prescribiendo narcóticos como locos, y la industria está empezando a ser más
peligrosa que los cárteles de la droga, y ya está causando más muertes. Esto es
tan indignante que el cambio tiene que ser inminente”.
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