La Sabiduría de nuestro Cuerpo
¿Cómo empezarías a resolver un misterio que está en todas partes pero
que, de alguna manera, no forma un mensaje articulado? Un gran detective como
Sherlock Holmes partiría de una deducción elemental: algo desconocido quiere
darse a conocer. Un misterio renuente a mostrarse se retiraría cada vez que nos
acercáramos. El misterio de la vida no se comporta así: sus secretos se revelan
inmediatamente si sabes en qué dirección mirar. Pero, ¿cuál es ésta?
La sabiduría del cuerpo es un buen punto de acceso a las dimensiones
ocultas de la vida: es totalmente invisible, pero innegable. Los investigadores
médicos empezaron a aceptar este hecho a mediados de los años ochenta.
Anteriormente se consideraba que la capacidad de la inteligencia era exclusiva
del cerebro, pero entonces se descubrieron indicios de inteligencia en el
sistema inmune y luego en el digestivo.
Ambos se valen de moléculas mensajeras especiales que circulan por todos
los órganos llevando información hacia y desde el cerebro, pero que también
actúan de manera autónoma. El glóbulo blanco que distingue entre bacterias
invasoras y partículas inofensivas de polen realiza una decisión inteligente
pese a que viaja en el flujo sanguíneo lejos del cerebro.
Hace diez años parecía absurdo hablar de inteligencia en los intestinos.
Se sabía que el revestimiento del tracto digestivo posee miles de terminaciones
nerviosas, pero se les consideraba simples extensiones del sistema nervioso, un
medio para mantener la insulsa tarea de extraer sustancias nutritivas del
alimento. Hoy sabemos que, después de todo, los intestinos no son tan insulsos.
Estas células nerviosas que se extienden por el tracto digestivo forman un fino
sistema que reacciona a sucesos externos: un comentario perturbador en el
trabajo, un peligro inminente, la muerte de un familiar. Las reacciones del
estómago son tan confiables como los pensamientos del cerebro, e igualmente
complicadas. Las células de colon, hígado y estómago también piensan, sólo que
no con el lenguaje verbal del cerebro. Lo que llamamos "reacción
visceral" es apenas un indicio de la compleja inteligencia de estos miles
de millones de células.
En una revolución médica radical, los científicos han accedido a una
dimensión oculta que nadie sospechaba: las células nos han superado en
inteligencia durante millones de años. De hecho, su sabiduría, más antigua que
la cortical, puede ser el mejor modelo de lo único anterior a ella: el cosmos.
Quizá el universo también nos supera en inteligencia.
Adonde quiera que vea, puedo percibir lo que la sabiduría cósmica
intenta. Es muy similar a lo que yo pretendo: crecer, expandir, crear; la
diferencia es que mi cuerpo coopera con el universo mejor que yo.
Las células no tienen inconveniente en participar en el misterio de la
vida. La suya es una sabiduría de pasión y compromiso totales. Intentemos
relacionar las cualidades de la sabiduría corporal con las dimensiones ocultas
que deseamos descubrir:
La sabiduría que estás
viviendo
La inteligencia del cuerpo
1. Tienes un
propósito superior.
2. Estás en comunión
con la totalidad de la vida.
3. Tu conciencia
está siempre abierta al cambio: percibe momento a momento lo que ocurre en tu
entorno.
4. Aceptas a los
demás como tus iguales, sin prejuicios.
5. Afrontas cada
momento con creatividad renovada, sin aterrarte a lo antiguo o lo gastado.
6. Tu ser se mueve
al ritmo del universo. Te sientes seguro y atendido.
7. Tu concepto de eficiencia
es dejar que el flujo de la vida te traiga lo que necesitas. Fuerza, control y
lucha no son tu procedimiento.
8. Sientes conexión
con tu origen.
9. Estás
comprometido con la generosidad, fuente de toda abundancia.
10. Valoras todos
los cambios, incluso el nacimiento y la muerte, en función de la inmortalidad.
Lo que menos cambia es lo más real.
Ninguno de estos temas son aspiraciones espirituales; son hechos cotidianos en el plano de las células.
Propósito superior:
Cada célula del cuerpo acuerda trabajar por el bien del todo; el
bienestar individual es secundario. Si es preciso, morirá para proteger al
cuerpo (lo que ocurre con frecuencia). La vida de cualquier célula es muchísimo
más breve que la nuestra. Las células de la piel mueren por cientos cada hora,
al igual que las inmunológicas que combaten los microbios invasores. El egoísmo
resulta inconcebible, incluso cuando la supervivencia de las células está en
juego.
Comunión:
Cada célula permanece en contacto con todas las demás. Hay células
mensajeras que corren en todas direcciones para notificar a los puestos
avanzados más lejanos cualquier intención o deseo, por pequeño que sea.
Retirarse o negarse a comunicar resulta inconcebible.
Conciencia:
Las células se adaptan a cada momento. Son flexibles para responder a
cada situación. Mantener hábitos rígidos resulta inconcebible.
Aceptación:
Las células reconocen que cada una es igualmente importante. Todas las
funciones del cuerpo son interdependientes. Realizarlas de manera aislada
resulta inconcebible.
Creatividad:
Aunque cada célula cumple funciones específicas (las células hepáticas,
por ejemplo, realizan 50 tareas distintas), éstas se combinan de manera
creativa. Una persona puede digerir alimentos que nunca había comido, concebir
pensamientos nuevos o bailar de un modo nunca visto. Aferrarse a conductas
anquilosadas resulta inconcebible.
Estar:
Las células obedecen al ciclo universal de reposo y actividad. Aunque
este ciclo se manifiesta de distintas formas (niveles hormonales fluctuantes,
presión sanguínea, ritmos digestivos), su expresión más obvia es el sueño.
Sigue siendo un misterio por qué necesitamos dormir, pero si no lo hacemos
sufrimos disfunciones graves. El futuro del cuerpo se incuba en el silencio de
la inactividad. La actividad obsesiva o la agresividad resultan inconcebibles.
Eficiencia:
Las células operan con la menor cantidad posible de energía. En general,
sólo almacenan tres segundos de alimento y oxígeno dentro de la pared celular.
Confían totalmente en que se les proveerá. El consumo excesivo de alimento,
aire o agua resulta inconcebible.
Conexión:
Debido a su herencia genética común, las células saben que, en esencia,
son iguales. El hecho de que las células hepáticas sean diferentes de las
cardiacas, y las musculares de las cerebrales, no contradice su identidad
colectiva, que es inalterable. En el laboratorio, una célula muscular puede
transformarse genéticamente en célula cardiaca refiriéndola a su origen
genérico. Las células saludables permanecen vinculadas a su origen sin importar
cuántas veces se dividan. Vivir en aislamiento resulta inconcebible.
Dar:
La actividad principal de las células es dar, lo que mantiene la
integridad del resto. El compromiso total con la concesión produce
automáticamente la recepción, la otra mitad de un ciclo natural. El acopio
resulta inconcebible.
Inmortalidad:
Las células se reproducen para transmitir a su descendencia, sin
restricciones, su conocimiento, experiencia y talentos. Es una clase de
inmortalidad práctica: someterse a la muerte en el plano físico, pero vencerla
en el no físico. La brecha generacional resulta inconcebible.
Es lo que mis células han convenido. ¿No es un pacto plenamente
espiritual? La primera cualidad -seguir un propósito superior- corresponde a
los atributos espirituales de renunciación o desprendimiento; dar es devolver a
Dios lo que es de Dios; la inmortalidad coincide con la creencia en la vida
después de la muerte.
Sin embargo, al cuerpo no le conciernen los apelativos adoptados por la
mente. Para él, estas cualidades son simplemente la manera en que funciona la
vida, el resultado de la expresión biológica de la inteligencia cósmica a lo
largo de billones de años.
El misterio de la vida manifestó su potencial pleno con gran paciencia y
cuidado: aun hoy, el acuerdo que mantiene unido mi cuerpo parece un secreto
porque, a juzgar por las apariencias, no existe. Más de 250 clases de células
realizan sus actividades diarias (las 50 funciones que cumplen las células
hepáticas son exclusivas de ellas y no se superponen a las de las células
musculares, renales, cardiacas o cerebrales) y sería catastrófico que tan sólo
una de ellas se malograra. El misterio de la vida ha encontrado el modo de
expresarse perfectamente por mi conducto.
Relee la lista de cualidades y presta atención a lo señalado como "inconcebible": egoísmo, incomunicación, aislamiento, consumo excesivo, actividad obsesiva y agresividad. Si nuestras células no se comportan de este modo, ¿por qué lo hacemos nosotros? ¿Por qué si la avaricia provoca la destrucción de las células (la avaricia es el principal pecado de las células cancerígenas), la consideramos buena para nosotros?
En lugar de investigar el misterio de la vida en tanto aspecto íntimo de
nuestro ser, actuamos como si no existiera.
Todos hemos sufrido por esta omisión, y en nuestro horizonte se perfila
aún más sufrimiento, quizá más intenso que el hasta ahora conocido. Mi padre
partió de un mundo hundido en las profundidades de la oscuridad. Para cuando
comience el noticiario de esta noche habrán surgido problemas en todas
partes" como siempre, y las explicaciones no se acercarán siquiera a la
sabiduría de una sola célula. Muchas personas se desaniman y evitan el desafío
de tanto sufrimiento.
Otras suponen que deben cambiar su situación y buscar algo nuevo
-relación, empleo, religión o maestro- para sentirse vivos de nuevo.
¿Crees que las células de tu cuerpo aceptarían esta lógica derrotista?
Si el lugar en que estás no es suficientemente bueno, el amor, la salud y Dios
permanecerán siempre fuera de tu alcance. Después de generaciones de vivir en
el caos, ¿estamos preparados para permitir que el misterio nos salve?
¿Hay alguna otra manera?
El Libro de los Secretos
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